En la aldea
17 mayo 2024

La fragilidad del trabajador venezolano

«El salario no es la única variable que requiere solución, porque hay muchas necesidades que van desde honrar, en lo posible, el inmenso pasivo laboral que tenemos, hasta las masivas inversiones que hay que realizar en el sistema nacional de servicios básicos»

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Henkel García U. | 01 mayo 2024

Hoy los trabajadores en Venezuela sufren, como el resto de los ciudadanos, las consecuencias de la crisis multidimensional que vive el país. Las sufre con un salario precario, con ausencia casi total de un sistema de protección social, con poca oferta laboral en el ámbito formal, y sin un panorama claro de cómo será la salida de dicha crisis.

La primera arista que quiero desarrollar es la del salario. Hoy hay claras diferencias entre las remuneraciones entre el sector público y las del sector privado. A pesar de que las segundas son superiores, por mucho a las primeras, el salario promedio en Venezuela es uno de los más bajos de la región. Esta realidad refleja, de primera mano, los bajísimos niveles de producción y productividad que hoy tiene nuestra economía, los cuales han tenido una relativa mejoría con respecto a la época pandémica, pero que siguen siendo históricamente bajos. Mucho de esto también tiene que ver con la dramática caída de la producción petrolera, actividad que tiene gran influencia en nuestro acontecer económico.

La segunda arista corresponde a la carencia de un sistema de protección social, que pasa por la inviabilidad del actual sistema de prestaciones sociales, así como la inoperancia del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS) y otras instituciones como el Instituto Nacional de Capacitación y Educación Socialista (INCES), situaciones que han dejado a los trabajadores bajo una significativa vulnerabilidad. A esto se suma el colapso de todo el sistema de pensiones y jubilaciones que ha dejado a los trabajadores (retirados o no) de mayor edad en una estado delicado, y expuestos a un deterioro incomprensible e injustificado de su calidad de vida.

La tercera, tiene que ver con la imposibilidad de organizarse de manera sólida y robusta. El gobierno ha debilitado todo el ecosistema sindical venezolano, el cual tiene hoy muy poca influencia en las decisiones tomadas sobre el mundo laboral. El poder de negociación está muy disminuido, y todo ello ha sido premeditadamente así, porque el gobierno ve al sector de los trabajadores como un posible “foco desestabilizador”.

No agrego nada escribiéndoles que sin un cambio político sería imposible la recuperación de la tragedia laboral. Ustedes lo saben, yo lo sé, pero igual me paseo sobre cómo sería tal recuperación.

En primer lugar, se hace primordial la recuperación económica para que empiece a mejorar tanto el salario de los trabajadores de la administración pública, como el del sector privado. Con un incremento importante del Producto Interno Bruto y de la producción petrolera, el Estado venezolano contará con mejores ingresos por recaudación fiscal y petroleros para ir ajustando al alza toda la escala de salarios. Claro, el salario no es la única variable que requiere solución, porque hay muchas necesidades que van desde honrar, en lo posible, el inmenso pasivo laboral que tenemos, hasta las masivas inversiones que hay que realizar en el sistema nacional de servicios básicos. No es, ni será sencilla la administración de unos recursos que son escasos.

En segundo lugar, se debe discutir de manera amplia la modificación de la Ley del Trabajo, para ir hacia un sistema de prestaciones sociales que sea viable y sostenible tanto para trabajadores como empresarios. Eso pasa, también, por el fortalecimiento del movimiento sindical para que las futuras negociaciones sean lo más armoniosas posibles, en una relación que por naturaleza es conflictiva. Y por último, se deben enfocar esfuerzos para recuperar el sistema institucional-asistencial del trabajador venezolano (IVSS, INCES, etc, etc).

En tercer lugar, avanzar a un período de formalización tanto de empresas como de sus puestos de trabajo. La maraña de regulaciones y de impuestos es de tal magnitud que muchos optaron por refugiarse en la informalidad, lo cual impacta la recaudación tributaria, el gasto público, y además impide tener empleos con mejores beneficios.

Queda muchísimo por avanzar. Muchas son las necesidades, pocos son los recursos, pero antes de definir políticas de gobierno al respecto, es prioritario concentrar esfuerzos para lograr un cambio político que abra las puertas al potencial que tenemos.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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